Paty, la segunda hija entre cinco hermanos, una chica hermosa e inteligente, criada en el seno de padres cristianos, solventes económicamente y residentes en una pueblo oriental de Guatemala. Sus padres decidieron darle la mejor preparación y decidieron enviarla a cursar estudios del diversificado a la ciudad capital. Graduándose con honores en un colegio de prestigio, se hace acreedora a una beca por un año a los Estados Unidos.
Esta joven ejemplar con principios cristianos, siempre quiso seguir los buenos consejos de sus padres, por lo que en sus relaciones sentimentales, siempre trató de cuidarse de no hacer una mala decisión.
Cuando regresó del extranjero a su pueblo natal, continúa la persecución de los pretendientes que anhelan una oportunidad para conocerla. En esas vivencias románticas, se le acerca un Ingeniero divorciado haciendo gala de sus atributos físicos buscando conquistar el corazón de Paty.
Sus Padres al percatarse de la presencia de este hombre en el entorno sentimental de Paty, trataron de persuadirla, considerando la inconveniencia de una relación sentimental con un hombre que ellos ya conocían, aparte de ser divorciado y con hijos, para una hija que se había cuidado tanto.
Paty no entendía razones, se había cerrado mentalmente para no recibir consejos. Como si aquel hombre la hubiese “hechizado”, estaba decidida a hacer su vida con el Ingeniero aún en contra de la opinión de sus padres por lo que finalmente se casaron.
La aventura de la vida comenzó, surgiendo lo primeros problemas, pleitos, la presencia de una mujer clandestina viviendo con su marido, la relación con los hijastros y sus propios hijos. La armonía se les hizo difícil y no pudieron hacer hogar. Ambos se amargaron. Paty tenía la esperanza que su hogar cambiara pero después de muchos años comprobó que no, al contrario su esposo la dejó para apartarse a vivir con una jovencita. El dolor, la amargura y soledad fue grande para aquella mujer que a pesar de todo consejo en sus días juveniles dijo: “En este macho me monto” rechazando así las palabras sabias de sus padres.
Moraleja: Debemos atender el consejo de los padres.
Por Ronadil Orellana Aguilar
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